Historia del cerdo y el taco
- María Sánchez Iglesias
- Aug 27
- 2 min read

DICEN QUE EL TACO ES MÁS ANTIGUO QUE LA PALABRA “ANTOJITO”.
Desde tiempos prehispánicos, los pueblos aztecas ya sabían el secreto: envolver la comida en una tortilla de maíz. Práctico, sencillo, y sobre todo, delicioso.

El cerdo llegó después, de la mano de los conquistadores, allá por 1521. Cuentan que Hernán Cortés trajo el primero desde Cuba.
El animal se adaptó pronto, multiplicándose en corrales y cocinas. Dio carne, manteca, cuero… todo se aprovechaba. Como suele decirse:
“Del cerdo hasta los andares”.
Cuando los nativos aprendieron a cocinar el cerdo, nació una unión que hasta hoy celebramos mordida tras mordida. De ahí salieron tesoros como las carnitas de Michoacán, cocinadas en su propia manteca; los tacos al pastor, con su aire de Medio Oriente y corazón bien mexicano; o los tacos de chicharrón, cuerito y buche. Que festín de sabores.
El taco es nuestra manera de contar la historia: lo antiguo y lo nuevo, lo humilde y lo festivo. Y si algo nos enseña el cerdo es que en la vida no se desperdicia nada.
Porque el taco no solo llena el estómago, también llena el alma de recuerdos.
Al final, taco y cerdo se encontraron para acompañar a generaciones enteras. Un matrimonio perfecto que nos recuerda que las cosas más sabrosas nacen de la mezcla sencilla: maíz, carne, fuego, y una pizca de ingenio mexicano.

EL CERDO: COMPAÑERO DE LA TORTILLA
Del cazo a la cazuela, el cerdo ha sido cómplice de la tortilla por generaciones. Sus sabores son intensos, sabrosos, llenos de historia. Quizá por eso los tacos de cerdo son los más buscados: porque saben a familia, a pueblo, a raíces que no se olvidan.

Claro que la historia del taco y del cerdo da para mucho más… pero como buen taco campechano, aquí te dejamos un poco de todo: un pedazo de memoria, otro de nostalgia y mucho sabor.




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