Paty Leonor, la historia de una mujer valiente con vocación de servir
- María Sánchez Iglesias
- Mar 12
- 3 min read
¿Te imaginas dejarlo todo en tu país y llegar a un lugar desconocido con la única meta de salvar la vida de tu hijo?
Esa fue la poderosa razón que trajo a Irma Patricia Leonor desde su natal Guatemala hasta Houston, Texas. A partir de ese momento, y a pesar de no contar con nada, Paty se aferró a su sueño, trabajó duro, aprendió, creció… ¡y hoy es la orgullosa dueña de la franquicia número 43 de Taquerías Arandas!
Crecer con carencias y jamás rendirse
Paty nació en una zona pobre de la ciudad de Guatemala.
Su mamá quedó sola con la responsabilidad de varios hijos cuando Paty tenía apenas cinco años. El barrio estaba rodeado de pandillas y peligros constantes, así que el miedo era el pan de cada día. Desde los 13 años ella trabajó para ayudar con los gastos de la casa, pero, terca y dedicada, jamás dejó de estudiar.
Entre libros prestados y esfuerzos infinitos, a los 18 años logró graduarse como maestra. Desde siempre tenía esa chispa de servicio: fue niñera para conseguir libros de texto y se involucró con ONG que ayudaban a niños desamparados. Ahí, le tocó la gran alegría de enseñar como maestra.
Con su familia dispersa —unos en otros países, otros casados— y su madre en Texas, Paty asumió la responsabilidad de cuidar a su hermanito menor.
“Yo nací para servir, me encanta ayudar a la gente, esa es mi vocación”, repite orgullosa, mientras recuerda que, desde joven, trabajó en distintas organizaciones para apoyar a los más necesitados.
El gran salto a Texas
A los 20 años se casó con Ángel, quien trabajaba como contador en el banco donde ella depositaba su salario. Todo parecía ir bien hasta que un accidente de coche, estando Paty embarazada de siete meses, cambió el rumbo de su vida: en Guatemala no podían salvar a su bebé, así que decidieron emplear todos sus recursos para viajar a Texas, con el apoyo de su madre, que ya se encontraba allá.
Entre doctores y preocupaciones, finalmente Paty dio a luz a un niño saludable. Fueron años muy duros. En sus inicios en Houston, trabajó en una discoteca, saliendo a las 3 de la madrugada, y después cruzaba la ciudad para ir a desayunar a Taquerías Arandas (cerraban a las 4 am).
“Los tacos de chorizo con huevo eran mis favoritos”, dice entre risas. Luego de su desayuno, corría a cuidar a su pequeño.

El camino hacia Taquerías Arandas
Un día, con la valentía que la caracteriza, Paty pidió trabajo en Arandas. Le encantaba el ambiente familiar, la comida sabrosa y el sentido de comunidad que se vivía ahí. Fue así como conoció a doña Raquel y su familia, quienes le dieron la mano y le enseñaron todo con gran paciencia: Paty empezó como mesera, después pasó a cajera, más adelante fue gerente de un turno, hasta convertirse en gerente general. ¡Trepar así la escalera del éxito no es fácil, pero esta mujer estaba decidida a hacer hasta lo imposible!
Por 13 años, Paty trabajó feliz, sin olvidarse de su pasión de servir a otros, de su eficiencia y de su entrega total.
“A mí me motiva ayudar, saber que hago la diferencia y que la gente se sienta bien atendida, cuidada”, afirma con su radiante sonrisa.
Convertirse en dueña de la franquicia #43
A finales de 2021, en plena época de cambios —porque, seamos sinceros, la pandemia movió al mundo entero—, surgió la oportunidad de hacerse cargo de la franquicia número 43 de Taquerías Arandas. Paty aceptó el reto sin titubear: tomó las riendas, formó equipos de trabajo, duplicó esfuerzos y puso su corazón en cada taco y cada sonrisa.
Hoy, cuando se le pregunta cómo administra la taquería, ella responde:
“Me gusta ayudar dando trabajo a quienes lo necesitan. Tengo un estilo de liderazgo colaborativo. Trato de entender y apoyar al personal para que todos crezcamos. Me entusiasma impulsar a la gente a que sea mejor persona”.
Una historia de perseverancia y corazón
Así es como Irma Patricia Leonor, la mujer que llegó de Guatemala con el deseo de salvar a su hijo, se convirtió en dueña de Taquerías Arandas #43. Su vocación de servicio la ha llevado a encontrar su lugar en el mundo, demostrando que no hay obstáculo imposible cuando tu meta es tan grande como tus ganas de vivir.
Y claro, si algún día te pasas por su taquería, pídele sus tacos favoritos de chorizo con huevo —y de paso una buena plática—, para comprobar que los sueños, por difíciles que parezcan, pueden alcanzarse con determinación, trabajo duro y un corazón lleno de ganas de servir.
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